Summary: | No fue Rosas un apasionado de las mujeres. Sus pasiones estaban dirigidas a otras cosas: el poder, el manejo de los hombres, la omnipotencia. Nunca fue un mujeriego aunque su legendaria apostura física, el amor que le tuvo el pueblo de Buenos Aires y su imponente personalidad le hubieran facilitado cualquier conquista galante. Sin embargo, el Restaurador fue un hombre con una escasa vida sentimental. Los historiadores han hurgado inútilmente sus años sin encontrar más episodios que los que a continuación relataremos y que importan, ciertamente, un balance bien magro en el plano amoroso para un hombre que "no lo olvidemos" llegó al gobierno a los 35 años de edad y se mantuvo en él durante casi un cuarto de siglo. Un hombre a cuya voz se inclinaban los pueblos y que, por consiguiente, tenía todo en su mano para que las mujeres se le rindieran.
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